lunes, 18 de julio de 2011

GUSTAVO ADOLFO BECQUER:
Rimas y Leyendas:
INTRODUCCIÓN.-
Las Rimas, una colección de setenta y seis poesías, publicadas con el título inicial de El libro de los gorriones, son poemas breves en versos asonantes, donde el mundo aparece como un conjunto confuso de formas invisibles y átomos silenciosos cargados de posibilidades armónicas que el poeta las une formando ideas. En ellas cuenta experiencias propias o sentimientos vividos por él. Sus temas son el amor, el desengaño, el deseo de evasión, la desesperanza y la muerte. Según Jorge Guillen son “la culminación de la poesía del sentimiento y de la fantasía”. Y según Luis Cernuda "Desempeñan en nuestra poesía moderna el papel de crear una nueva tradición que llega a sus descendientes”.
Bajo este título se agrupan casi todas las narraciones en prosa de Bécquer. En un principio fueron publicadas en periódicos 1861 y 1863.Son veintidós y están escritas con un estilo vaporoso, delicado y rítmico, hay gran cantidad de descripciones que explican las imágenes y las sensaciones del personaje o del propio autor cuando habla al principio de cada una en primera persona. Revelan el interés artístico y arqueológico que tenia Bécquer por la Edad Media. Predomina en ellas lo misterioso, lo sobrenatural y mágico, basadas en la habladuría popular. Buscar algo inalcanzable e imposible es en muchos casos su argumento central.
Las “Rimas y las Leyendas” de Bécquer continúan editándose con regularidad y, aún hoy en día, constituyen uno de los puntos de referencia capitales de la literatura moderna española.
ARGUMENTOS.-
LA AJORCA DE ORO.- Él la encontró un día llorando. Ella era de una belleza increíble, pero más demoníaca que angelical. Ella le dice que llora por una tontería: estaba ayer en el templo, la Virgen resplandecía y mientras cantaba el Salve Reina ella vio un objeto que le llamó mucho la atención: la ajorca que la Virgen llevaba en el brazo con el que sujeta a su Hijo. Las luces del altar se reflejaban en la joya de una manera maravillosa. Durante la noche ella siguió acordándose de la joya. Una mujer que no era la Virgen le enseñaban la joya y le decía que nunca sería suya. Ella lloraba porque quería la joya. Él con ánimo de conseguírsela le preguntó que qué Virgen la tenía, cuando se enteró que era la del Rosario no quería ir, pero ella se puso a llorar otra vez. Un día él entró a la catedral de Toledo, esperó a que estuviera despejado y subió la primera grada y pasó junto a las tumbas de los reyes. Él tuvo mucho miedo, cuando fue a andar parecía como si alguien le sujetara los pies y vio el suelo de la capilla todo lleno de lápidas. Consiguió llegar hasta la Virgen, tenía una sonrisa tranquilizadora, pero que le daba mucho miedo. Le quitó la joya y cerró los ojos. Ahora sólo tenía que huir, pero antes abrir los ojos, lo que le daba mucho miedo. Un grito agudo se le escapó cuando vio que la iglesia se había llenado de santos, monjes, demonios, guerreros, damas, pajes... todos los que estaban en la iglesia pintados o esculpidos ahora tenían vida propia. Ya no pudo resistirlo, las sienes le iban a estallar. Después un telo de sangre cubrió su vista. Cuando lo encontraron unos dependientes de la iglesia aún llevaba la joya, les dijo con una carcajada ¡suya, suya!. Se había vuelto loco.
EL CRISTO DE LA CALAVERA.- Mientras transcurría la guerra contra los moros, narra la lucha amorosa entre varios caballeros entre los que destacaban Alonso de Carrillo y Lope de Sandoval rivalizaban continuamente por el amor de una dama doña Inés Tordesillas. Su rivalidad se puso de manifiesto en una comida en la cual se le cayó un guante a doña Inés, los caballeros presentes por cortesía fueron a recogerlo y hubo una disputa entre los dos caballeros Alonso y Lope. Los cuales quedaron en disputar un duelo para ver quien se quedaba con doña Inés. Los dos se encontraron y fueron a una plaza para disputar el duelo, al juntar las espadas se apagaba la luz una y otra vez; al final decidieron hacerlo civilizadamente, preguntándole a doña Inés cual era su preferido uno u otro.
LA PROMESA.- Margarita lloraba porque su amado se iba a la guerra para echar a los moros de Sevilla. Él la calma y le promete que volverá, pero el escudero del conde de Gómara no puede faltar. Al día siguiente los hermanos de Margarita la llevan a ver partir el séquito que va a la guerra del conde de Gómara y cae desmayada al ver que Pedro, su amante, es el propio conde. El conde tras haber ganado en las luchas estaba muy pensativo y pálido. El escudero le preguntó qué le pasaba. Le dijo que le habían sucedido una serie de cosas extrañas: cuando su caballo desbocado iba a caer contra las lanzas enemigas, una mano lo sujetó. Otra vez la vio, hermosa, pálida descorriendo las cortinas de su habitación; coger una saeta que venía a herirle; escanciar el vino de su copa en los convites... Incluso la veía en ese momento, por lo que el escudero lo tomó por loco. Dijo que salir de la tienda a tomar el aire. Cerca de la tienda de campaña del rey vieron un personaje extraño medio romero, medio juglar, vendía baratijas y contaba historias, cuando se acercaron empezó a entornar un romance: “El romance de la mano muerta”. Cantaba su historia: una chica enamorada de uno que se hacía pasar por escudero, todas las estrofas terminaban con un estribillo: ¡Mal haya quien en promesas de hombre fía!. Ella temía que con el conde se le iba su honra. Su hermano la mata por haberlos deshonrado. Pero al enterrarla la mano siempre aparecía. El conde le pregunta que de dónde ha sacado el romance y dice que del pueblo de Gómera. El conde fue a Gómera, arrodillado sobre donde ella estaba enterrada cogió su mano mientras un sacerdote los casaba hundiéndose así la mano para siempre. Bécquer aparece como su autor al final cuando dice que en esos prados hay un pedazo que en primavera se llena de flores y la gente dice que allí está enterrada Margarita. Bécquer se apoya otra vez en el género del romance histórico ya en decadencia.
TEMAS.-
Muchos de los temas están relacionados con el amor y el sentimentalismo, como por ejemplo, en “La venta de los gatos” que cuenta que el protagonista viaja a Sevilla y queda encantado con todas sus gentes, pero que cuando regresa diez años más tarde, habían construido allí mismo un cementerio y no existía nada de lo que él vio en su antiguo viaje. Aquí nos demuestra que uno de los temas más importantes en las “Leyendas” es el sentimentalismo.
Otro tema es la intriga, en el monte de las ánimas nos narra como el protagonista después de la caza se encuentra con cosas sin sentido y sin explicación.
En las “Leyendas”, Béquer usa todo tipo de temas principales en los que basar sus obras, amor, odio, intriga, desafío, sentimientos, engaño... etc.



RIMAS
Gustavo Adolfo Bécquer

I

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.


II


Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde
temblando se clavará;

hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;

gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;

luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;

eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo, ni adónde
mis pasos me llevarán.


III

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;

murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;

deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como a través de un tul;

colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris,
que nadan en la luz;

ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;

memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar;

actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que le guíe,
caballo volador;

locura que el espíritu
exalta y enardece;
embriaguez divina
del genio creador...

¡Tal es la inspiración!
Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;


brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;

hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit;

inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;

armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;

cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal;

atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;

raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve su vigor...

¡Tal es nuestra razón!
Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.


IV

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;

mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!


V

Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.

Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella;
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea,
yo soy del astro errante
la luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares,
y espuma en las riberas.

En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas,
y en las ruinas hiedra.

Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago,
y rujo en la tormenta.

Yo río en los alcores,
susurro en la alta hierba,
suspiro en la onda pura,
y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva,
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.

Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezco entre los árboles
en la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.


Yo, en bosques de corales,
que alfombran blancas perlas,
persigo en el Océano
las náyades ligeras.

Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.

Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.

Yo sé de esas regiones
a do un rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.

Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra,

Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.

Yo, en fin, soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso,
de que es vaso el poeta.


VI


Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;

Símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.


VII


Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay! - pensé- ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».


VIII
Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo,
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.

Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar, como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.

En el mar de la duda en que bogo
ni aun sé lo que creo;
¡sin embargo, estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro!...


IX

Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en Occidente
y de púrpura y oro la matiza;

la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza,
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.


X


Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;

Oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
- ¡Es el amor que pasa!


XI


-Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas? -No es a ti, no.

-Mi frente es pálida; mis trenzas de oro:
Puedo brindarte dicha sin fin;
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas? -No; no es a ti.

-Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte. -¡Oh ven; ven tú!

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